"Reapareciste en mi vida como aquella flor, traspapelada entre las páginas de ese libro al que se retoman sus lecturas, como ese arpegio que nos remonta en la luz de su velocidad al instante oportuno, que inspiró aquel beso y luego, todo lo demás..."

lunes, 20 de julio de 2009

R E E N C U E N T R O S


Solicitaron tu traslado. Ocuparías un nuevo puesto de trabajo cercano a la casa. Saber que esa oportunidad nos acercaría, bastó para no rechazar aquella propuesta. Seis años fueron suficientes para que todo cuanto se hallara en nuestro hogar se impregnara de añoranzas. El telegrama afirmaba que llega-rías dieciocho treinta; indudablemente, a las diecisiete estaría allí, esperándote. El ómnibus arribó. Su base rozó apenas la plataforma. Un estallido gaseoso liberó los soportes. La puerta hexagonal se deslizó hacia ambos lados, los pasajeros iniciaron el descenso. De inmediato, un clima de reencuentros se adueñó del sector. Te busqué entre la multitud. -¡Papá...! Allí estaba Germán, ahora transformado por el simple proceso de existir. -¡Hijo! -grité. Y ese vocablo único, pareció estallar en los corredores de la estación aquel 20 de abril de 2052. -¿Cómo estás viejo? -preguntó en el abrazo-. ¿No pasan nunca los años para vos? -sonrió. Dejé salir una carcajada para sumir la emoción. Parecía verte aun con tus juguetes, ideando universos en el patio de casa. -Pensar que cuando partiste no me llegabas a los hombros –dije-. Mirate ahora. -Y bueno -respondiste-. En eso no hay vuelta atrás... -No perdamos tiempo; hay mucho de qué hablar. Busquemos un taxi. Entrañables conversaciones se suscitaron a lo largo del viaje. La aceleración fundía en el vértigo aquel ansiado encuentro. -Casi llegamos. -¡El barrio no cambió para nada! El día anterior había ordenado su cuarto. Libros, láminas, adornos, prendedores, la guitarra, conservados como artesanías en un museo. El telescopio que construimos, la osamenta del archeopterix de madera balsa. -¡Qué grande viejo, tenías todo preparado! Asentí. -¿Qué tomamos Germán? -Lo que tengas a mano Pa… Un flash se disparó en los ambientes al penetrar la luz de un relámpago por los ventanales. Latido luminoso a la vez, en la retina de algún transeúnte. Volvió a la habitación. Sostuvo el vaso. Luego me miró a los ojos: -Brindemos -dijo. -Brindemos, sí. ¿Por quién? -Por vos y mamá. Los cristales chocaron. Casi al mismo tiempo comenzó a llover. Extraje de la biblioteca un álbum de fotos, ubicado junto a una edición de Bradbury. -Mirá las travesuras que hacías. -¡Dejáme ver! Ojeó el libro. Se detuvo en una página. Algo le llamó poderosamente la atención. -¿Quién es? -preguntó. Volteó el álbum hacia mí. Los años habían roído aquella foto. -¡Sos vos! Te habías enojado porque no te dejamos andar en el triciclo. Fue un verano muy caluroso. El asfalto quemaba. Mamá y yo tuvimos miedo que te insolaras. ¿Te acordás? -La verdad que no. -respondió, sonriendo a la vez. Entonces, un recuerdo vino a mí y sentí el deseo de narrárselo: -Recuerdo una tarde que hacía mucho frío. Vivíamos todavía en el departamento de Escalada. Ten-drías un año y medio, más o menos. Era feriado. Llorabas. Mamá te acunaba. Te alcé y te llevé hasta la ventana. Acerqué una silla y te senté sobre mis piernas para que vieras la tormenta. Mirá cómo llueve. Mirá el viento cómo sacude los árboles, te dije... Te acercaste al vidrio. Apoyaste las manitos, después la nariz. El vidrio se empañó con tu respiración. Dejaste de llorar. Quedaste fascinado con las gotitas; mirabas cómo corrían por el vidrio. Eso me produjo cierta nostalgia. Si bien sabía que no ibas a entenderme, igual te dije: -Hijo, qué lástima que en el futuro no puedas recordar este momento, aunque sé que ahora, en tu mundo somos solo vos y yo... Germán se quedó observándome. -Te quiero papá.

Del libro "HOMOS, LOVE Y SOLES"

1 comentario:

Tu comentario me ayuda a seguir en viaje... Gracias!
David.