"Reapareciste en mi vida como aquella flor, traspapelada entre las páginas de ese libro al que se retoman sus lecturas, como ese arpegio que nos remonta en la luz de su velocidad al instante oportuno, que inspiró aquel beso y luego, todo lo demás..."

lunes, 20 de julio de 2009

R U M B O S

 
Caminó en dirección al muelle. Sabía en principio, que el susurrar del viento, los navíos anclados en la lejanía, pero sobre todo su constante aflicción la conmoverían. Recuerdos sensibles, de sublime pasión... Luego, el comunicado... Seguida la angustia, la llamada, su partida. Envió decenas de cartas. Describió su preocupación. Se ignoraba el exceso de poder y ambición desmedida. Lejos, su afecto se enterraba entre situaciones que no podían rehusarse vivir. Él era consciente de que sus respuestas, tarde o temprano, no serían recibidas. Aquel compromiso daba cuenta en presentir que no habría final posible para un regreso. De juegos en la infancia. En pactos adolescentes. Hasta cómplices charlas de madrugada… Nunca necesitaron un comienzo. Interminables olas, en continuo desgaste. Desde algún sitio llegan a desdibujar las huellas de los solitarios... Hundió sus pies en la arena. Divisó el horizonte a pesar del resplandor. Tal vez creyó que, si él se encontraba en otra costa, la avistaría. Recordó la última carta:

“¡Hola Mara! ¿Cómo estás? Gracias por escribirme. Creo que esta fue la carta más hermosa que me mandaste. Quiero decirte que te extraño muchísimo. No sabés lo que daría por estar a tu lado y abrazarte. No dejo ni un instante de pensar en vos. Te amo más allá de todo... Pronto voy a estar en casa, espero que esto termine cuanto antes. No te preocupes por mí, de verdad. Está todo bien... ¿Sabés una cosa? Tus ojos me acompañan en cada salida... Cuando regrese, lo primero que vamos a hacer es ir a vivir juntos, te lo prometo. Nunca le di importancia a las cosas que me decías, te pido perdón; ahora me doy cuenta de lo que siempre me valoraste... Te amo con toda la fuerza de este amor, que una vez me hiciste descubrir. Hasta pronto. Guille”.  

Nunca más tuvo oportunidad de escribirle. Así mismo, hizo lo posible por comunicarse, sin importar el recurso o el medio. A través del micrófono de alguna emisora, enviando chocolates, con notas dentro de los envoltorios... Sé que nunca olvidará aquel día, que esperó siglos a su hombre en la estación. Como también otros, esperaron a sus hijos sin regreso, de aquel glacial tormento, en la hoja perdida del calendario, del año ochenta y dos.

Del libro "HOMOS, LOVE Y SOLES"
 

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David.