"Reapareciste en mi vida como aquella flor, traspapelada entre las páginas de ese libro al que se retoman sus lecturas, como ese arpegio que nos remonta en la luz de su velocidad al instante oportuno, que inspiró aquel beso y luego, todo lo demás..."

martes, 23 de diciembre de 2008

E L R E G A L O

Recreación del texto original de Ray Bradbury publicado en 1959. En unas horas sería navidad. Próximos al campo de lanzamiento, los padres de Octavio seguían decepcionados. Era su primer vuelo y no querían que nada lo desconcierte. El árbol y los regalos habían sido retenidos al exceder el equipaje. Un sentimiento de vaciedad los colmaba desde lo sucedido. Octavio aguardaba al final del corredor. Observó a sus padres acercarse aun irritados, luego de la inútil discusión con los oficiales. -¿Qué vamos a decirle? –preguntó la madre. -La verdad no sé. Algo voy a pensar, no te preocupes. El paralelogramo verde fluo destelló: ARRIBO PLATAFORMA NORTE – DESTINO LUNAR FOBOS. Trazado itinerario, el gentío se comprimió en la base del cohete. Santiago y Lucía se hacinaron a los demás. Junto a ellos su hijo, pálido, silencioso. -Octavio puso toda la ilusión en ese árbol… –replicó, preocupada. -¿Qué dijiste mamá? Y los segmentos regresivos se paralizaron a cero, y el enorme dardo incrustó su asta en el “blanco” del firmamento índigo. Era un 24 de diciembre de 2106. Casi todo el trayecto, hibernaron. Cercana la medianoche el niño despertó intranquilo. -¿Falta mucho papá? …quiero ver por dónde vamos. Preocupado en aquello del árbol y los regalos, Santiago no había podido conciliar el sueño. Se detuvo unos segundos a observar su reloj: -En media hora será navidad hijo. El rostro del niño se iluminó. Entre ilusión y turbulencias, su expresión celebró una sonrisa. -¿Cómo? …pensé que no se lo íbamos a decir. -Creo que tengo la solución. -¿Vamos a armar el árbol con las velas papá? ¿También los regalos? -Si hijo, eso y mucho más, como te lo prometimos. Lucía asintió en un gesto cálido, de confianza. Permaneció un instante mirándolos… “Le dieron el reloj y el niño sostuvo el metal entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el movimiento insensible.” -¡Ya es navidad Mamá! –exclamó. Exaltado, abrazó a sus padres... Santiago alzó a su hijo, tomó a Lucía de la mano. Una cinta móvil los deslizó en pendiente hacia el sector 11. -¿Dónde vamos mamá? 4ZS 021: el código de acceso a la antecámara del observatorio. Tras su ingreso, la compuerta se cerró al librar de los sensores. La oscuridad invadió el entorno. El niño quedó enmudecido, tieso, maravillado: Un colosal ojo de buey se imponía frente a ellos. El universo parecía palparse mirando a través del gigantesco iris. Octavio corrió hacia él. Se apoyó íntegro contra el espeso vidrio. “Y allí se quedó largo rato, mirando simplemente el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas…"
Del libro "NOSOTROS HOMÍNIDOS"

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David.