E L R E G A L O
Recreación del texto original de Ray Bradbury publicado en 1959.
En unas horas sería navidad. Próximos al campo de lanzamiento, los padres de Octavio seguían decepcionados. Era su primer vuelo y no querían que nada lo desconcierte. El árbol y los regalos habían sido retenidos al exceder el equipaje. Un sentimiento de vaciedad los colmaba desde lo sucedido.
Octavio aguardaba al final del corredor. Observó a sus padres acercarse aun irritados, luego de la inútil discusión con los oficiales.
-¿Qué vamos a decirle? –preguntó la madre.
-La verdad no sé. Algo voy a pensar, no te preocupes.
El paralelogramo verde fluo destelló: ARRIBO PLATAFORMA NORTE – DESTINO LUNAR FOBOS. Trazado itinerario, el gentío se comprimió en la base del cohete. Santiago y Lucía se hacinaron a los demás. Junto a ellos su hijo, pálido, silencioso.
-Octavio puso toda la ilusión en ese árbol… –replicó, preocupada.
-¿Qué dijiste mamá?
Y los segmentos regresivos se paralizaron a cero, y el enorme dardo incrustó su asta en el “blanco” del firmamento índigo. Era un 24 de diciembre de 2106.
Casi todo el trayecto, hibernaron. Cercana la medianoche el niño despertó intranquilo.
-¿Falta mucho papá? …quiero ver por dónde vamos.
Preocupado en aquello del árbol y los regalos, Santiago no había podido conciliar el sueño.
Se detuvo unos segundos a observar su reloj:
-En media hora será navidad hijo.
El rostro del niño se iluminó. Entre ilusión y turbulencias, su expresión celebró una sonrisa.
-¿Cómo? …pensé que no se lo íbamos a decir.
-Creo que tengo la solución.
-¿Vamos a armar el árbol con las velas papá? ¿También los regalos?
-Si hijo, eso y mucho más, como te lo prometimos.
Lucía asintió en un gesto cálido, de confianza. Permaneció un instante mirándolos…
“Le dieron el reloj y el niño sostuvo el metal entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el movimiento insensible.”
-¡Ya es navidad Mamá! –exclamó. Exaltado, abrazó a sus padres...
Santiago alzó a su hijo, tomó a Lucía de la mano. Una cinta móvil los deslizó en pendiente hacia el sector 11.
-¿Dónde vamos mamá?
4ZS 021: el código de acceso a la antecámara del observatorio. Tras su ingreso, la compuerta se cerró al librar de los sensores. La oscuridad invadió el entorno. El niño quedó enmudecido, tieso, maravillado: Un colosal ojo de buey se imponía frente a ellos. El universo parecía palparse mirando a través del gigantesco iris. Octavio corrió hacia él. Se apoyó íntegro contra el espeso vidrio. “Y allí se quedó largo rato, mirando simplemente el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas…"
Del libro "NOSOTROS HOMÍNIDOS"



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David.