-¡Creéme! Vi pares deambular en la madrugada, como noctámbulos calcinados tras una noche de Diciembre, pero esto ¡realmente lo excedía! …Eran próximas las tres de la tarde y me sentía sumergido en un estanque, a los manotazos de un antes errado. Poseía los ocho dígitos, incluso una espesa guía rayada con trazos denotando los posibles caminos y la previa suma de veredas a seguir. Abalanzándome con torpes reflejos para robar la sortija, di vuelta tres veces la manzana y aún no sabía que pretender de aquella calesita…
Quién puede sentenciar esos “fallos” hacia la búsqueda no vidente. Quién, sobre los estragos… Acarreamos vivencias resaltadas entre las páginas amarillas de aquel manual ordinario, mío y tuyo. En la traslación signos vitales suelen inmolarse… Y de pronto dejamos de sobornar nuestros pasos ante alguna puerta que nos delimita. El dedo índice, esclavo fatuo, crea la ilusión de “inteligente” a ese rectángulo metálico empotrado, al dejar oír a través de su rejilla un parloteo punzante, chillón. Esto permite trazar ángulos, fundar travesías como por pase mágico, empalmar el cajón y reaparecer de cuerpo entero en el interior del inmueble, casi sin aliento a desistir la sensación de enroque. Entonces el entorno desata su aplauso y sorprende al bufón estúpido en un acto olvidado, representado por el arrebato mismo a experimentar lo aún no expuesto.
Tras un cortinado nos presentarán. No habrá oportunidad ya de redefinir el término BÚSQUEDA ni desarrollar un cuadro sinóptico hacia los efectos que ella misma origine. Se negocian tiempos para el deseo que aspiramos consumar. El cambio sobre la mesa de luz y los medios de protección. La voz de alguien que “padece” el saber todo sobre el tema: ¿Cómo te llamás? Tres vocablos bosquejan un puente, serenan, encubren otros costes. El ventilador remueve el calor que abraza al cuarto. Disgrega la luz decadencias, hasta el cielorraso que nos aplasta. “Qué poco sabés de mí…” ¿En verdad pensaste que ella se cargaría el morral de tus problemas? …Pero Ella, parece transliterar de forma hábil cada impreso de mis desalientes. No hay música suave como lo imaginé, no. Desde una antena distante, Fito entona: “El amor después del amor tal vez…” ¿dónde está ese rayo de Sol? pensé.
Botones desprendidos motivan ropas a estrellarse contra el piso. Se consigue creer que uno ha cedido al ejercicio egoísta de satisfacer. Donde el raciocinio da lugar a lo animal, donde lo árido cobra magnitud de espejismo; enfrento la situación manso, con recelo al dar humano. Quizás no estaba del todo consciente. Me dijeron que cuando se besa con pasión cerramos los ojos… Será así. Pero… Sos una linda persona.Palabras como té helado reconfortan, dóciles caricias tras un infinito de apetencias. Ambos, cadáveres a millas de un mismo lecho. Lascivias arremeten mis tímpanos, fósiles reviven. ¿Te pasa algo? Me recuesto en la cabecera. Parece que esto no va a funcionar… No digas eso. Ningún reloj imparte sentencia, pero las fauces de cada segundo se ensañan en devorarse mis centésimos.
¿Por qué esta necesidad de ser? y en tal caso: ¿ser qué? Tal vez necesitaba descubrirme en un “algo” a alguien, SIMILAR. ¿Porque estás acá? No sé. Por ella creo. A mí también me pasó… “Todos anudamos ligaduras de un mismo ADN.” ¿Lo intentamos de nuevo? Se acercó. Dejé que nuestros labios se amolden. Deslicé mi mano hasta su cauce. Pronto mis dedos se empaparon de océano. Remé tan suave como lo requería. Sus palmas en mi dorso fecundaron el abrazo. Su expresión revelaba la tristeza de alguien que simplemente castiga su corazón a un reino de abstinencias, paradójico encierro a “puertas abiertas” al goce intruso: Porque cierta vez, fue ingenuo a la dimensión que el mundo acostumbra herir. Seguí así por favor… Y recorrí sus montes, llanuras, paisajes mutilados. Salté cercas que en principio habían delimitado mi cabalgar. Un punto G transformado en abecedario, un reencarne de sensaciones extirpadas. ¿Acabamos juntos? Observé un universo enrarecido por las lentes de sus ojos. Me hiciste gozar. Confesó. Sonreí, regocijado. ¿Cómo te llamás? Morena. Te vas a ir y no te voy a ver más… Golpes secos retumban en la puerta. Alguien detrás, despoja nuestro secreto. Caí en mi propia conciencia: “Tengo un mundo de sensaciones…” Interpreta Mollo. ¿Lo tuve? …Nada, dejá. Yo me entiendo.
Me guió hasta la salida. Cubrí mis ojos con un par de vidrios oscuros. Siguió un beso.
-Gracias por todo.
-A vos…
Desde un principio, supe que atravesar aquella puerta me daría un motivo menos, para arrojar la primera piedra…